Última parte...
Luego de que Arturo se fue a su fiesta, después de todo era el atractivo anfitrión de la misma, me quedé cinco minutos parada, como poste, totalmente petrificada, sin saber qué hacer o qué sentir. Cuando al fin pude reaccionar, y la sangre decidió llegar hasta mis ahogadas neuronitas, procedí a sacar un par de libros para ojearlos, distraer mi mente e intentar que imágenes “XXX” con el cumpleañero dejaran de rondar mi mente. En serio, me costó mucho. No me había dado cuenta del calor que sentía. Quería volver a ser la dama que había llegado a la fiesta, pero un bajo instinto asomaba cada tanto en mi alocada imaginación.
Luego de que Arturo se fue a su fiesta, después de todo era el atractivo anfitrión de la misma, me quedé cinco minutos parada, como poste, totalmente petrificada, sin saber qué hacer o qué sentir. Cuando al fin pude reaccionar, y la sangre decidió llegar hasta mis ahogadas neuronitas, procedí a sacar un par de libros para ojearlos, distraer mi mente e intentar que imágenes “XXX” con el cumpleañero dejaran de rondar mi mente. En serio, me costó mucho. No me había dado cuenta del calor que sentía. Quería volver a ser la dama que había llegado a la fiesta, pero un bajo instinto asomaba cada tanto en mi alocada imaginación.
Me
acerqué a un sillón de cuero color burdeos y me recosté un rato. Me saqué los
zapatos y me puse mis lentes. Fue complejo eso sí. Los chicos me habían puesto
extensiones en las pestañas y estas me chocaban con los espejuelos. Incómodo.
Había
agarrado un libro de Dostoievski, con la intención de aterrizar e
intelectualizar la jornada. Muy pronto comencé a perderme en cada una de sus
frases. Iba en la página 57 cuando vi que Arturo estaba parado en la puerta,
con un trozo de torta, una copa de Champaña y una enorme sonrisa.
-
Esto es una delicia
Arturo… - dije
-
¿La delicia soy yo?
– respondió divertido.
-
Dostoievski. Es un
genio narrativo ¡Uf! Este hombre escribió maravillosos libros de contenido
psicológico después de su dolorosa estadía en Siberia. Están llenos de
sufrimiento, amargura, humillación, locura. Dios, un genio… lo leo todos los
años… sufro una fascinante catarsis después que me devoro sus páginas completas
¿Cómo va la fiesta? – Arturo ya estaba de pie frente al sillón donde yo me
encontraba recostada. Los pies me latían.
-
Bien… mucha gente
ha preguntado por ti. Estela, la señora de la cocina, le contó a Magda, que los
periodistas comenzaron a especular, en cuanto divisaron la limusina. Han dicho
que eres: desde una mujer que trabaja en televisión, hasta una actriz extrajera
– dijo divertido mirándome los pies –. Veo que te has puesto muy cómoda.
-
Mm… si… me dolían
los pies… ¿ese plato es para mí?
-
El platillo no… la torta,
sí…
-
Gracioso… te ríes
de mi Arturo Mollins. No sé cómo pudiste salir de esta casa, teniendo todo esto
para ti solo… ¿necesitas de mi espectacular presencia allá abajo? – dije
llevándome un bocado de torta a la boca. Estaba realmente exquisita.
-
No – dijo sentándose
junto a mi -, me gusta huir un rato para venir a verte… te chocan las pestañas
en el lente…
-
Si… los chicos
insistieron en ponerme extensiones… más de la divina falsedad humana…
-
Se te ven lindas…
te ves como una traviesa y coqueta gatita… me gusta eso…
-
¿Y te gusta cómo
ando vestida hoy?
-
Mucho…. ese vestido
acentúa tu figura… no sabía que eras tan delgada, siempre vistes con la ropa de
tus hermanos en el departamento.
-
Arturo…
-
Gabriela…
-
Adoro tus labios y
me pregunto a qué sabrán…
-
¿Quieres
averiguarlo? - dijo en forma provocativa. Había puesto una mano en el respaldo
del sillón, de tal modo que no solo quedaba justo frente a mí, sino que me
cortaba el paso de toda posible huida. El asunto era… que yo, ya no pretendía
huir de nada.
-
Sip… pero hoy me es imposible… - dije jugueteando con las
cuchara sobre mis labios - los chicos me dijeron que no tuviera ningún contacto
para no arruinar mi look… es más, me amenazaron de muerte… cuando les diga que
no te pude besar por culpa de ellos, me sentaran en una pica… - Arturo se
mordía los labios para no reírse – en fin… - continué - tendré que dedicarme a
provocarte, hasta que enloquezcas de pasión y no puedas resistirte un segundo
más a besarme.
-
Eso es cruel… -
dijo con ese brillo en la mirada.
-
Eso es tensión
sexual pura, querido… - dije guiñándole un ojo.
-
En serio que eres
cruel. Gabriela…- dijo acercándose lo suficiente hasta rodearme la cintura con
sus brazos. ¡Oh! Eso era espantosamente seductor. Yo le acaricié su rostro y
puse mis labios tan cerca de los de él, que casi los lograba a rozar –. Quédate
conmigo esta semana…
-
Me es imposible - le
respondí mientras, con mi labio superior rozaba su hermoso labio inferior -… tengo que devolver este vestido antes de las
7:00 de la mañana. Lo prometí como doscientas veces. Sino cumplo, despedirán a
la niña que me lo ha facilitado… y eso se ser cruel al cubo…. Esa no soy yo… -
era definitivo: había cruzado mis brazos alrededor del cuello de Arturo y él
mismo me tenía muy firme agarrada por la cintura. Ninguno de los dos podría escapar
de lo que hace tiempo ambos deseábamos.
-
Eso tiene arreglo…
- dijo besándome en la comisura de los labios. ¡Uf! Que calor hacía en esa
biblioteca - nos quedaríamos los dos… solos… en esta casona, como unas
vacaciones juntos. Te prometo que habrá mucha tensión sexual. Mucho juego,
miles de besos, cientos de caricias, te aburrirás de mis brazos… sucederá todo esto, hasta que me digas qué es
lo que me falta para convertirme en tu novio ¿qué dices, bonita?
-
Arturo, a ti no te
falta nada para ser mi novio… a la que le falta es a mi… - dije mirándolo
fijamente a los ojos -. Me falta seguridad en mí misma….
Justo en ese instante entró de improviso la hermana de
Arturo, la cual no paraba de disculparse por la interrupción, por más que le
insistimos que se tranquilizara, que no hacíamos nada serio. Lo había ido a
buscar porque su madre preguntaba dónde se había metido y por qué estaba tan
desaparecido.
Arturo se fue, no sin antes lanzarme una advertencia “hablaremos de eso cuando vuelva”. Su
cara era de… papá molesto. No sé por qué me dio la impresión que se me vendría un
reto.
Yo me quedé con mi trozo de torta y el libro sobre mis
piernas aún con la adrenalina a full. No solo deseaba besar los labios de ese
hombre. Era demasiado divino, y lo tenía deseándome con la misma locura. Me
pregunto si de verdad Magda no había interrumpido nada “muy serio”… creo que
nuevamente me perdí la oportunidad del beso… maldita sea… ese beso no salía jamás.
¿Y si era como Jeremy? Si me engañaba como lo había
hecho el otro bastardo y después me echaba como a una puta de su mansión. Los
hombres son unos especímenes muy extraños. Ya había perdido la cabeza por un
infeliz, no podía perderla con este otro.
Quería que me quedara en esta casa, con él, los dos
solos, como en unas románticas vacaciones.
Es increíble lo que una mala experiencia amorosa, logra
sembrar. La duda y la desconfianza era la tónica desde ese instante en
adelante. Muchos años van a pasar antes
de que yo me logre entregar a alguien, sin dudar, con la misma inocencia y
libertad que antes. Y quizás, jamás lo logre. No del todo… la suspicacia ronda
alrededor de mi corazón…
Creo que fue todo el estrés de la semana, más lo
excitantemente intenso de ese día, lo que me hizo recostarme y quedarme dormida
con el libro abrazado.
Al despertar… me di cuenta que había dormido de corrido.
No me dolía la espalda, no me dolía el cuello, ni los brazos, ni las piernas… no
me dolía absolutamente nada de ninguna parte del cuerpo. Sin embargo, no era mi
cama, no eran mis sábanas, no era mi habitación y horror de horrores, el pijama
de seda que traía puesto no era el mío tampoco.
Me senté totalmente trastornada. ¿Dónde estaba? Aún
tenía el libro entre mis manos. Mis lentes estaban encima del velador. El
pijama era tan suave que me resbalaba en él. Me levanté con tanta velocidad que
me caí de bruces en una alfombra tan peluda como un gato angora. Fui hasta la
ventana, corrí las pesadas cortinas y vi un enorme jardín verde, muy verde.
¿Dónde estaba?... en eso se abrió la puerta. Entró una
niña delgadísima la cual se llevó una mano a la boca. Estaba tan asustada como
yo. Salió disparada y me puse a pensar que quizás durante la noche, de verdad
me creí gata y anduve trepando por los techos de las mansiones colindantes. Eso
explicaría un par de cosas… aunque no explicaría por qué me puse ese pijama. Y
peor aún… cómo me puse ese pijama…
mm…
De pronto… entró Arturo con una calma que daba ganas de
golpearlo.
-
La señorita
despertó, señor Mollins – dijo la misma niña delgada, pero que ahora notaba
tenía ganas de reírse.
-
Gracias por
avisarme Leticia. Puedes seguir con el resto de las habitaciones – la niña se
dio media vuelta y cerró la puerta tras de si.
-
¿Me puedes explicar
que hago acá, aquí y con esto? ¿dónde estoy? – dije sin levantar la voz.
-
Estás en mi casa…
hoy es sábado. Son las 15:48. Te quedaste dormida en el sillón anoche, no quise
despertarte así que habilitamos la habitación de huéspedes y te traje hasta
acá.
-
¿Y yo dormía?
-
Profundamente…
aunque no te pudimos quitar el libro… en el sueño lo peleaste muy duro. Me
diste un bofetón que aún tiene riendo a Magda – dijo en tono de chiste.
-
¡Oh! Lo siento… -
dije dándome vuelta hacia la ventana - Arturo…
-
El pijama te lo
pusieron entre Magda y Leticia. Conmigo… fuera de la habitación - ¡Oh! Gracias
a Dios -. No abuso de niñas embriagadas en sus lecturas…
-
Gracias… qué
papelón di delante de tu hermana ¿eh?
-
Para nada… se ha
entretenido mucho. Además, ha quedado encantada con lo que se provocó ayer.
Mucha gente quería saber de ti, hoy salió un pequeño artículo de la llegada de
una “amistad” del festejado, o sea yo, que “sembró el misterio”, o sea, tu...
-
Así como lo dices,
parece una obra de terror…
-
¿Cómo dormiste?
-
Demasiado bien para
mi gusto. Extraño ese dolor punzante en el cuello – dije sonriéndole.
-
Me acompañarás esta
semana…
-
¡Oh! Dios… Arturo… ¡me
muero!… Dios… me van a matar, me van a matar… ¡el vestido!
-
Cálmate… cálmate… -
me dijo al ver que comenzaba a correr por la habitación como una loca de atar –
en la mañana le he pedido al chofer que llevara todo a la dirección donde te
fue a buscar. El vestido, los zapatos y el brazalete han sido devueltos.
-
Que bien, que bien…
Dios, que susto más grande… ¡Oh! ¡Mierda!... los aros, ¡los aros tampoco eran
míos!
-
Lo sé… te los he
comprado.
-
¿Qué tu qué? – dije
con asombro.
-
Que te los he
comprado… un modesto regalo por haber aceptado mi invitación.
-
No debiste… - dije
sonrojándome hasta los pelos.
-
¿No?... – me
respondió apoyándose en el respaldo de la cama y atrayéndome hacia él. ¡Hum!
era una escena demasiado tentadora, un leve empujoncito y del coqueteo inocente
pasaríamos a una tarde de lujuria bestial. Ya habíamos comenzado la noche
anterior… mm… – Te ves muy graciosa con ese pelo enmarañado y cara de sueño
aún, corriendo desesperada por la habitación intentando cumplir el resto de los
compromisos que crees que aún te quedan. Como verás… he arreglado todo.
-
Si… mi salvador.
-
¿Pensaste en lo que
te propuse ayer?
-
¿Quedarme esta
semana contigo?
-
Claro…
-
Mm… ¿eres un
asesino?
-
No.
-
¿Un violador?
-
No.
-
¿Un sádico o un
acosador sexual?
-
No y no.
-
Entonces no, ¿a qué
me voy a quedar? Me voy al departamento – Arturo ha explotado en un ataque de
risa que me llegó a contagiar a mí, abrazándome más fuerte me dijo.
-
Quédate… llegas así
de hermosa, sin un regalo, sales en el
diario, hablan todos de ti, siembras la duda, me provocas toda la noche, logras
hacer que me ausente de mi propia fiesta, te duermes sin despedirte, me
golpeas, arreglo tus compromisos… Sinceramente,
creo que me lo merezco… quédate conmigo esta semana, Gabriela, di que sí linda…
- ¡uy! Ese brillo, ese brillo. Asumo que después de todo eso, mi cara de boba
era demasiado patente. Qué mal me haría quedarme ahí… con él… por un par de días…
llevábamos meses conviviendo, como enemigos, qué mal nos haría unas merecidas
vacaciones, donde no existiéramos más que solo los dos…
-
Bueno, bueno… ya
que insistes. Pero no andaré por la casa en bata de levantarse. Tendré que ir
por alguna de mis cosas.
-
Perfecto, perfecto.
Mandaremos a alguien. Le dices lo que deseas que te empaque y listo.
-
Mm… siempre la vida
de un millonario es así…
-
No… solo cuando
quiero impresionar a la chica que me gusta…
-
Eres un tipo muy
coqueto Arturo Mollins… muy coqueto…
Hoy llegaron mis cosas. Así que al fin pude
calzarme en mis jeans y ponerme una camiseta más sobria para la ocasión y salir
a dar un paseo.
Es una hermosa parcela, ubicada en quién
sabe qué parte del Santiago. Es una enorme propiedad.
Cuando llegué de mi paseo descubrí por
Leticia, la niña delgaducha que había visto en la mañana, que Arturo me había
estado buscando. Así que fui al despacho donde se encontraba sentado conversando
con su hermana. Cuando me vio me regaló una enorme sonrisa y Magda salió a mi
encuentro.
-
¡Oh! Le diste vuelta la cara de un bofetón. Yo
no podía parar de reírme. La pobre Leticia se mordía, no se podía reír de quién
le paga su sueldo. Yiyi… mi madre, te quiere conocer. Arturo te tiene escondida
bajo siete llaves, pero con mamá no se puede. Arturo le dijo que eres una amiga
nada más, pero ella insiste en saber quién eres…
-
Siempre su madre
quiere conocer a sus amigas…- dije lanzándole una mirada siniestra a Arturo.
-
No… para ser
honesta, la descripción de ti la puso un poco nerviosa. Los niños me preguntan
por ti Yiyi. Tienes una invitación para ir a mi casa cuando lo desees… ¡Ah! y
tienes que darme el contacto de tu hermano, estuve conversando con gente y
puede que salga algo pronto…
-
Te doy los datos
ahora… lo conversas directamente con él ¿te parece?
En eso entró Leticia para darle a Arturo un mensaje de Marcela.
Esta quería hablar con él, y le pedía que se comunicara con ella cuanto antes.
Arturo sacó su celular y su cara hizo una mueca como de molestia. Quizás
verificó que Marcela lo había estado llamando insistentemente, también al móvil.
Uf… qué mal. Presiento que la remilgada lo está fastidiando. Quizás el verme en
la fiesta, la hizo sospechar que entre nosotros estaba pasando algo. Para mi,
no es un misterio que doña abogadita estirada le tiene muchas ganas a Arturo. Se
le nota demasiado. En realidad… son pocas las mujeres que no querrían tener a
este sensual espécimen masculino como yo, lo había tenido las últimas
veinticuatro horas. Tan lindo… tan dispuesto… tan arrebatadoramente sexy…
El resto de la tarde lo pasé en la
biblioteca, leyendo. Arturo no se apareció jamás.
Ahora me encerré en la habitación para
escribir todo lo ocurrido antes, durante y parte del después, de la fiesta de
cumpleaños. Hace un rato, fue deslizada una nota por debajo de mi puerta. Era
una nota escrita por Arturo. Decía que me invitaba a un picnic para mañana.
Los aros no me los he sacado. Son un lujoso
regalo que pretendo disfrutar. Además, me ayuda acordarme de él. Me gusta
pensar en él… sin llegar a la psicopatía…
No sé que será de mi destino… no sé dónde
llegaré con esto… solo sé una cosa: Arturo Mollins me llena el corazón… creo
que si no me besa en el picnic, yo misma lo agarraré a besos… Lo juro por mi
santa y trastornada madre…
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Siguiente entrega: JUEVES.
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Super satisfecha con este super super capitulo. :-*
ResponderEliminarComo todos me encanto este capitulo mas de la fiesta, siempre tan divertido y puede pasar lo menos inesperado con ellos .
ResponderEliminarGracias...y por cierto es MIERCOLES nos hace falta un capitulo mas esta semana :D
Dios que biene pero me tiene en ascuas con ese bendito BESO, que lo bese, que lo bese, que lo bese......., ese bofeton fue tan duro? jajajajaja
ResponderEliminarYo tambien quiero ese beso ya!!! mira que si la Yiyi no le estampa el beso, me voy ya mismo a Santiago y se lo doy yo al Arturito Mollins!!!! es mas... quiero mas que un beso entre esos dos!!! ya esta bueno de aguantaderas!!!!!!!
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