miércoles, 11 de diciembre de 2013

Capítulo 72 (CUARTA PARTE)

Última parte... 

Luego de que Arturo se fue a su fiesta, después de todo era el atractivo anfitrión de la misma, me quedé cinco minutos parada, como poste, totalmente petrificada, sin saber qué hacer o qué sentir. Cuando al fin pude reaccionar, y la sangre decidió llegar hasta mis ahogadas neuronitas, procedí a sacar un par de libros para ojearlos, distraer mi mente e intentar que imágenes “XXX” con el cumpleañero dejaran de rondar mi mente. En serio, me costó mucho.  No me había dado cuenta del calor que sentía. Quería volver a ser la dama que había llegado a la fiesta, pero un bajo instinto asomaba cada tanto en mi alocada imaginación.
Me acerqué a un sillón de cuero color burdeos y me recosté un rato. Me saqué los zapatos y me puse mis lentes. Fue complejo eso sí. Los chicos me habían puesto extensiones en las pestañas y estas me chocaban con los espejuelos. Incómodo.
Había agarrado un libro de Dostoievski, con la intención de aterrizar e intelectualizar la jornada. Muy pronto comencé a perderme en cada una de sus frases. Iba en la página 57 cuando vi que Arturo estaba parado en la puerta, con un trozo de torta, una copa de Champaña y una enorme sonrisa.
-           Esto es una delicia Arturo… - dije
-           ¿La delicia soy yo? – respondió divertido.
-           Dostoievski. Es un genio narrativo ¡Uf! Este hombre escribió maravillosos libros de contenido psicológico después de su dolorosa estadía en Siberia. Están llenos de sufrimiento, amargura, humillación, locura. Dios, un genio… lo leo todos los años… sufro una fascinante catarsis después que me devoro sus páginas completas ¿Cómo va la fiesta? – Arturo ya estaba de pie frente al sillón donde yo me encontraba recostada. Los pies me latían.
-           Bien… mucha gente ha preguntado por ti. Estela, la señora de la cocina, le contó a Magda, que los periodistas comenzaron a especular, en cuanto divisaron la limusina. Han dicho que eres: desde una mujer que trabaja en televisión, hasta una actriz extrajera – dijo divertido mirándome los pies –. Veo que te has puesto muy cómoda.
-           Mm… si… me dolían los pies… ¿ese plato es para mí?
-           El platillo no… la torta, sí…
-           Gracioso… te ríes de mi Arturo Mollins. No sé cómo pudiste salir de esta casa, teniendo todo esto para ti solo… ¿necesitas de mi espectacular presencia allá abajo? – dije llevándome un bocado de torta a la boca. Estaba realmente exquisita.
-           No – dijo sentándose junto a mi -, me gusta huir un rato para venir a verte… te chocan las pestañas en el lente…
-           Si… los chicos insistieron en ponerme extensiones… más de la divina falsedad humana…
-           Se te ven lindas… te ves como una traviesa y coqueta gatita… me gusta eso…
-           ¿Y te gusta cómo ando vestida hoy?
-           Mucho…. ese vestido acentúa tu figura… no sabía que eras tan delgada, siempre vistes con la ropa de tus hermanos en el departamento.
-           Arturo…
-           Gabriela…
-           Adoro tus labios y me pregunto a qué sabrán…
-           ¿Quieres averiguarlo? - dijo en forma provocativa. Había puesto una mano en el respaldo del sillón, de tal modo que no solo quedaba justo frente a mí, sino que me cortaba el paso de toda posible huida. El asunto era… que yo, ya no pretendía huir de nada.
-           Sip… pero hoy me es imposible… - dije jugueteando con las cuchara sobre mis labios - los chicos me dijeron que no tuviera ningún contacto para no arruinar mi look… es más, me amenazaron de muerte… cuando les diga que no te pude besar por culpa de ellos, me sentaran en una pica… - Arturo se mordía los labios para no reírse – en fin… - continué - tendré que dedicarme a provocarte, hasta que enloquezcas de pasión y no puedas resistirte un segundo más a besarme.
-           Eso es cruel… - dijo con ese brillo en la mirada.
-           Eso es tensión sexual pura, querido… - dije guiñándole un ojo.
-           En serio que eres cruel. Gabriela…- dijo acercándose lo suficiente hasta rodearme la cintura con sus brazos. ¡Oh! Eso era espantosamente seductor. Yo le acaricié su rostro y puse mis labios tan cerca de los de él, que casi los lograba a rozar –. Quédate conmigo esta semana…
-           Me es imposible - le respondí mientras, con mi labio superior rozaba su hermoso labio inferior -…  tengo que devolver este vestido antes de las 7:00 de la mañana. Lo prometí como doscientas veces. Sino cumplo, despedirán a la niña que me lo ha facilitado… y eso se ser cruel al cubo…. Esa no soy yo… - era definitivo: había cruzado mis brazos alrededor del cuello de Arturo y él mismo me tenía muy firme agarrada por la cintura. Ninguno de los dos podría escapar de lo que hace tiempo ambos deseábamos.
-           Eso tiene arreglo… - dijo besándome en la comisura de los labios. ¡Uf! Que calor hacía en esa biblioteca - nos quedaríamos los dos… solos… en esta casona, como unas vacaciones juntos. Te prometo que habrá mucha tensión sexual. Mucho juego, miles de besos, cientos de caricias, te aburrirás de mis brazos…  sucederá todo esto, hasta que me digas qué es lo que me falta para convertirme en tu novio ¿qué dices, bonita?
-           Arturo, a ti no te falta nada para ser mi novio… a la que le falta es a mi… - dije mirándolo fijamente a los ojos -. Me falta seguridad en mí misma….


Justo en ese instante entró de improviso la hermana de Arturo, la cual no paraba de disculparse por la interrupción, por más que le insistimos que se tranquilizara, que no hacíamos nada serio. Lo había ido a buscar porque su madre preguntaba dónde se había metido y por qué estaba tan desaparecido.
Arturo se fue, no sin antes lanzarme una advertencia “hablaremos de eso cuando vuelva”. Su cara era de… papá molesto. No sé por qué me dio la impresión que se me vendría un reto.
Yo me quedé con mi trozo de torta y el libro sobre mis piernas aún con la adrenalina a full. No solo deseaba besar los labios de ese hombre. Era demasiado divino, y lo tenía deseándome con la misma locura. Me pregunto si de verdad Magda no había interrumpido nada “muy serio”… creo que nuevamente me perdí la oportunidad del beso… maldita sea… ese beso no salía jamás.
¿Y si era como Jeremy? Si me engañaba como lo había hecho el otro bastardo y después me echaba como a una puta de su mansión. Los hombres son unos especímenes muy extraños. Ya había perdido la cabeza por un infeliz, no podía perderla con este otro.
Quería que me quedara en esta casa, con él, los dos solos, como en unas románticas vacaciones.
Es increíble lo que una mala experiencia amorosa, logra sembrar. La duda y la desconfianza era la tónica desde ese instante en adelante. Muchos años van a  pasar antes de que yo me logre entregar a alguien, sin dudar, con la misma inocencia y libertad que antes. Y quizás, jamás lo logre. No del todo… la suspicacia ronda alrededor de mi corazón…
Creo que fue todo el estrés de la semana, más lo excitantemente intenso de ese día, lo que me hizo recostarme y quedarme dormida con el libro abrazado.
Al despertar… me di cuenta que había dormido de corrido. No me dolía la espalda, no me dolía el cuello, ni los brazos, ni las piernas… no me dolía absolutamente nada de ninguna parte del cuerpo. Sin embargo, no era mi cama, no eran mis sábanas, no era mi habitación y horror de horrores, el pijama de seda que traía puesto no era el mío tampoco.
Me senté totalmente trastornada. ¿Dónde estaba? Aún tenía el libro entre mis manos. Mis lentes estaban encima del velador. El pijama era tan suave que me resbalaba en él. Me levanté con tanta velocidad que me caí de bruces en una alfombra tan peluda como un gato angora. Fui hasta la ventana, corrí las pesadas cortinas y vi un enorme jardín verde, muy verde.
¿Dónde estaba?... en eso se abrió la puerta. Entró una niña delgadísima la cual se llevó una mano a la boca. Estaba tan asustada como yo. Salió disparada y me puse a pensar que quizás durante la noche, de verdad me creí gata y anduve trepando por los techos de las mansiones colindantes. Eso explicaría un par de cosas… aunque no explicaría por qué me puse ese pijama. Y peor aún… cómo me puse ese pijama… mm…
De pronto… entró Arturo con una calma que daba ganas de golpearlo.
-           La señorita despertó, señor Mollins – dijo la misma niña delgada, pero que ahora notaba tenía ganas de reírse.
-           Gracias por avisarme Leticia. Puedes seguir con el resto de las habitaciones – la niña se dio media vuelta y cerró la puerta tras de si.
-           ¿Me puedes explicar que hago acá, aquí y con esto? ¿dónde estoy? – dije sin levantar la voz.
-           Estás en mi casa… hoy es sábado. Son las 15:48. Te quedaste dormida en el sillón anoche, no quise despertarte así que habilitamos la habitación de huéspedes y te traje hasta acá.
-           ¿Y yo dormía?
-           Profundamente… aunque no te pudimos quitar el libro… en el sueño lo peleaste muy duro. Me diste un bofetón que aún tiene riendo a Magda – dijo en tono de chiste.
-           ¡Oh! Lo siento… - dije dándome vuelta hacia la ventana - Arturo…
-           El pijama te lo pusieron entre Magda y Leticia. Conmigo… fuera de la habitación - ¡Oh! Gracias a Dios -. No abuso de niñas embriagadas en sus lecturas…
-           Gracias… qué papelón di delante de tu hermana ¿eh?
-           Para nada… se ha entretenido mucho. Además, ha quedado encantada con lo que se provocó ayer. Mucha gente quería saber de ti, hoy salió un pequeño artículo de la llegada de una “amistad” del festejado, o sea yo, que “sembró el misterio”, o sea, tu...
-           Así como lo dices, parece una obra de terror…
-           ¿Cómo dormiste?
-           Demasiado bien para mi gusto. Extraño ese dolor punzante en el cuello – dije sonriéndole.
-           Me acompañarás esta semana…
-           ¡Oh! Dios… Arturo… ¡me muero!… Dios… me van a matar, me van a matar… ¡el vestido!
-           Cálmate… cálmate… - me dijo al ver que comenzaba a correr por la habitación como una loca de atar – en la mañana le he pedido al chofer que llevara todo a la dirección donde te fue a buscar. El vestido, los zapatos y el brazalete han sido devueltos.
-           Que bien, que bien… Dios, que susto más grande… ¡Oh! ¡Mierda!... los aros, ¡los aros tampoco eran míos!
-           Lo sé… te los he comprado.
-           ¿Qué tu qué? – dije con asombro.
-           Que te los he comprado… un modesto regalo por haber aceptado mi invitación.
-           No debiste… - dije sonrojándome hasta los pelos.
-           ¿No?... – me respondió apoyándose en el respaldo de la cama y atrayéndome hacia él. ¡Hum! era una escena demasiado tentadora, un leve empujoncito y del coqueteo inocente pasaríamos a una tarde de lujuria bestial. Ya habíamos comenzado la noche anterior… mm… – Te ves muy graciosa con ese pelo enmarañado y cara de sueño aún, corriendo desesperada por la habitación intentando cumplir el resto de los compromisos que crees que aún te quedan. Como verás… he arreglado todo.
-           Si… mi salvador.
-           ¿Pensaste en lo que te propuse ayer?
-           ¿Quedarme esta semana contigo?
-           Claro…
-           Mm… ¿eres un asesino?
-           No.
-           ¿Un violador?
-           No.
-           ¿Un sádico o un acosador sexual?
-           No y no.
-           Entonces no, ¿a qué me voy a quedar? Me voy al departamento – Arturo ha explotado en un ataque de risa que me llegó a contagiar a mí, abrazándome más fuerte me dijo.
-           Quédate… llegas así de hermosa,  sin un regalo, sales en el diario, hablan todos de ti, siembras la duda, me provocas toda la noche, logras hacer que me ausente de mi propia fiesta, te duermes sin despedirte, me golpeas, arreglo tus compromisos…  Sinceramente, creo que me lo merezco… quédate conmigo esta semana, Gabriela, di que sí linda… - ¡uy! Ese brillo, ese brillo. Asumo que después de todo eso, mi cara de boba era demasiado patente. Qué mal me haría quedarme ahí… con él… por un par de días… llevábamos meses conviviendo, como enemigos, qué mal nos haría unas merecidas vacaciones, donde no existiéramos más que solo los dos…
-           Bueno, bueno… ya que insistes. Pero no andaré por la casa en bata de levantarse. Tendré que ir por alguna de mis cosas.
-           Perfecto, perfecto. Mandaremos a alguien. Le dices lo que deseas que te empaque y listo.
-           Mm… siempre la vida de un millonario es así…
-           No… solo cuando quiero impresionar a la chica que me gusta…
-           Eres un tipo muy coqueto Arturo Mollins… muy coqueto…


Hoy llegaron mis cosas. Así que al fin pude calzarme en mis jeans y ponerme una camiseta más sobria para la ocasión y salir a dar un paseo.
Es una hermosa parcela, ubicada en quién sabe qué parte del Santiago. Es una enorme propiedad.
Cuando llegué de mi paseo descubrí por Leticia, la niña delgaducha que había visto en la mañana, que Arturo me había estado buscando. Así que fui al despacho donde se encontraba sentado conversando con su hermana. Cuando me vio me regaló una enorme sonrisa y Magda salió a mi encuentro.
-            ¡Oh! Le diste vuelta la cara de un bofetón. Yo no podía parar de reírme. La pobre Leticia se mordía, no se podía reír de quién le paga su sueldo. Yiyi… mi madre, te quiere conocer. Arturo te tiene escondida bajo siete llaves, pero con mamá no se puede. Arturo le dijo que eres una amiga nada más, pero ella insiste en saber quién eres…
-           Siempre su madre quiere conocer a sus amigas…- dije lanzándole una mirada siniestra a Arturo.
-           No… para ser honesta, la descripción de ti la puso un poco nerviosa. Los niños me preguntan por ti Yiyi. Tienes una invitación para ir a mi casa cuando lo desees… ¡Ah! y tienes que darme el contacto de tu hermano, estuve conversando con gente y puede que salga algo pronto…
-           Te doy los datos ahora… lo conversas directamente con él ¿te parece?
En eso entró Leticia para darle a Arturo un mensaje de Marcela. Esta quería hablar con él, y le pedía que se comunicara con ella cuanto antes. Arturo sacó su celular y su cara hizo una mueca como de molestia. Quizás verificó que Marcela lo había estado llamando insistentemente, también al móvil. Uf… qué mal. Presiento que la remilgada lo está fastidiando. Quizás el verme en la fiesta, la hizo sospechar que entre nosotros estaba pasando algo. Para mi, no es un misterio que doña abogadita estirada le tiene muchas ganas a Arturo. Se le nota demasiado. En realidad… son pocas las mujeres que no querrían tener a este sensual espécimen masculino como yo, lo había tenido las últimas veinticuatro horas. Tan lindo… tan dispuesto… tan arrebatadoramente sexy…  
El resto de la tarde lo pasé en la biblioteca, leyendo. Arturo no se apareció jamás.
Ahora me encerré en la habitación para escribir todo lo ocurrido antes, durante y parte del después, de la fiesta de cumpleaños. Hace un rato, fue deslizada una nota por debajo de mi puerta. Era una nota escrita por Arturo. Decía que me invitaba a un picnic para mañana.
Los aros no me los he sacado. Son un lujoso regalo que pretendo disfrutar. Además, me ayuda acordarme de él. Me gusta pensar en él… sin llegar a la psicopatía…  

No sé que será de mi destino… no sé dónde llegaré con esto… solo sé una cosa: Arturo Mollins me llena el corazón… creo que si no me besa en el picnic, yo misma lo agarraré a besos… Lo juro por mi santa y trastornada madre… 

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Siguiente entrega: JUEVES.
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4 comentarios:

  1. Super satisfecha con este super super capitulo. :-*

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  2. Como todos me encanto este capitulo mas de la fiesta, siempre tan divertido y puede pasar lo menos inesperado con ellos .
    Gracias...y por cierto es MIERCOLES nos hace falta un capitulo mas esta semana :D

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  3. Dios que biene pero me tiene en ascuas con ese bendito BESO, que lo bese, que lo bese, que lo bese......., ese bofeton fue tan duro? jajajajaja

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  4. Yo tambien quiero ese beso ya!!! mira que si la Yiyi no le estampa el beso, me voy ya mismo a Santiago y se lo doy yo al Arturito Mollins!!!! es mas... quiero mas que un beso entre esos dos!!! ya esta bueno de aguantaderas!!!!!!!

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